M. A. Hernández: «Ahora mismo me encuentro más cómodo en el mundo de la literatura que en el del arte» ( Parte II)
“No, no vale todo”
A tenor de Intento de Escapada, me asalta una pregunta: ¿en el arte vale todo?
No, no vale todo. El arte es como la vida: pueden valer muchas cosas pero no vale todo. La idea de que vale todo es la que se ha transmitido al mundo de los profanos del arte contemporáneo, por el hecho de que parece un sindios, donde los artistas pueden hacer cualquier cosa. Pero eso es una ilusión y una falsedad, sobre todo porque el mundo del arte tiene unas reglas muy precisas, y quien juega en ese mundo, sabe en qué momento es fuera de juego, en qué momento te van a sacar una tarjeta amarilla. Se pueden tensar las normas, pero no sobrepasarlas. Esas normas son difusas, no se ven, pero todos los actores del mundo del arte las tienen claras. Los transgresores, transgreden, efectivamente, porque existen esas normas. Si valiese todo, no habría ningún tipo de transgresión ni de evolución. Lo que ocurre es que los que se encuentran fuera no ven cuando el árbitro levanta el banderín. Hay normas y, además, muy estrictas.
Leyendo tu novela da la sensación, para los que vemos el mundo del arte desde fuera, de que es un gremio bastante hijoputesco…
No es más hijoputesco que la vida normal. Una de las ideas básicas que quería mostrar con la novela era la de sublimar el mundo del arte, enseñar el proceso de trabajo de un artista, sin demasiada transcendencia, como si se abriera la caja y se mostrase lo que pasa dentro de una obra de arte. Es un mundo normal, pero existe el problema del imaginario que proyectamos sobre el arte, que creemos que es un mundo sublime. Con la novela quería poner a todos los personajes al mismo nivel, a Jacobo, a Marcos, a Omar, que fuera plano, sin magnificar ese mundo.
¿Crees que el arte puede cambiar el mundo?
No. Depende de lo que entendamos por arte. Puede cambiar el mundo del mismo modo que puede cambiarlo la literatura. ¿Cómo? Contribuyendo poco a poco al cambio de mentalidades. Sin embargo, con un libro no puedes cambiar nada, de la manera acción-reacción, y menos con el arte, que se ha convertido en un lugar para cuatro iniciados donde las cosas que se dicen, ya las sabe la gente del mundo del arte. Es decir, cuando uno va a una exposición que denuncia la burbuja inmobiliaria, uno ya sabe que aquello es malo. No es lugar de aleccionar. El arte que pretenda dar lecciones está dando lecciones de cosas que ya sabemos, con lo cual esa no es la manera de cambiar el mundo. Si puede ayudar, tiene que ser en el registro de cambiar sensibilidades, y eso es muy difícil.
Murcia mantiene, urbanística y socialmente, la misma forma que en la antigua ciudad amurallada, dónde en el centro se encuentran las clases más poderosas y en el extrarradio, las más deprimidas. Contaba Álvaro Siza que en el centro de las ciudades en donde más calidad arquitectónica se aglutina y por tanto, más calidad de vida. ¿Ves relación entre ambas afirmaciones?
El centro sigue siendo el centro, aunque ahora sea más comercial, ya que la gente ha empezado a irse a vivir a la periferia. Pero todavía sigue siendo un lugar casi inexpugnable, una potencia que no se acaba nunca y es curioso que, en Murcia, todos los locutorios rodean la ciudad coincidiendo, en algunos casos, con la muralla. Creo que sigue siendo el lugar donde se aglutinan los poderes: religioso, simbólico, económico, etc.
Los que somos de Murcia hemos visto con nuestros propios ojos el mercadeo de inmigrantes en la gasolinera de cierto barrio periférico…
Ese pasaje es algo que yo viví. Entre 2007 y 2008 hice de Marcos con la artista holandesa Mieke Bal, que estuvo grabando un video sobre la inmigración en Murcia. Visité los locutorios, llevándole información sobre la inmigración en Murcia. La idea de la madre hablando por chat con su hija es real, lo de la gasolinera también. La artista y yo fuimos un día a las 6.00 de la mañana a ver si podíamos hablar con alguien. Yo fui a echar gasolina y Bal fue a buscar a nuestro Omar. Cuando volví, siete inmigrantes estaban dentro de mi coche, la artista no sabía decirle nada en español, a mí tampoco me entendieron. Tuvo que venir otra persona a decirles que no estábamos reclutando trabajadores.
La experiencia siempre es importante…
Aunque no lo queramos, es importante. Todo tiene que ver con tu experiencia, es el punto de partida. Si no lo has vivido del todo, a lo mejor la intensidad que transmites es menor. Lo que uno cuenta, y el cómo lo cuenta, cambia por completo si lo ha vivido. A mí, por lo menos, sí me interesa partir de una experiencia para luego, poder modificarla. Quiero que al leerla se mueva algo por dentro.
Más allá del escritor
Se ve que últimamente hay un germen de escritores muy fuerte en Murcia, que podríamos llamar incluso generación (en la que te encuentras). ¿Qué piensas de esa oleada?
Es curioso. Es un momento importante, extraño. Creo que siempre ha habido una participación grande de escritores murcianos. No es sólo nuestra generación, hay grandes escritores anteriores a nosotros, que a lo mejor no han tenido la suerte de pegar un pelotazo. Por ejemplo, Rubén Castillo, que es un escritor como la copa de un pino, o Pascual García. Hay una generación de escritores, la de los 90, que es muy buena. Lo que ha pasado en los últimos cinco años es extraño, es como si se hubiese pegado el salto a editoriales nacionales. Aunque la escritura sea la misma, la visibilidad es diferente. Se ha dado un momento en el que han confluido grandes escritores como Rafa Balanzá, Javi Moreno, Francisco Miranda o Soto Ivars, que han tenido la suerte de publicar en editoriales nacionales que parece que los han visibilizado más como murcianos. Cada uno es de su padre y de su madre en cuanto a estilo y temática, lo que pasa es que nos tomamos copas de vez en cuando y la generación, realmente, se forma ahí.
¿Se ha sentido MAHN idolatrado por alguna persona de la misma manera que Helena idolatra a Montes?
Nunca. No llevo groupies. Yo, con que la gente lea la novela, ya estoy contento. Tampoco quiero fans. Escribir es una actividad que me satisface pero no creo que sea superior a cualquier otra actividad. Por eso, el fenómeno fan me parece extraño: las colas en la feria del libro…Al final es un señor que escribe y con la que está cayendo, no creo que ponerse a escribir sea la heroicidad mayor. Hay que normalizarlo todo. A uno se le da bien escribir y a otro hacer el pan, si no, estaríamos comiendo libros.
¿Cómo fue la experiencia firmando en la Feria del Libro de Madrid?
Antropología pura y dura. Creía que iba a estar mirando al Sol, pero vinieron muchas más personas de las que esperaba. Firmé quince libros, que para mí es una proeza absoluta. Fue muy chulo más allá de la firma de libros, por el contexto de la Feria, con editores y escritores. Yo había tenido esa experiencia en el mundo del arte (en Arco, en las ferias, en las bienales). En este momento de mi vida me siento más cómodo en el mundo de la literatura que en el de arte.
¿Qué significa para ti Walter Benjamin?
Es el principio de mi siguiente novela. ¡Primicia! (risas): el título de la siguiente novela es una frase de Benjamin. Es el autor que, de un tiempo a esta parte, me ha fascinado. A lo largo de mi trayectoria como investigador y profesor, he tenido periodos: uno fascinado por Jacques Lacan, otro por Foucault, y ahora, desde 2008, es una fascinación eterna por Benjamin. Es un pensador fundamental y un escritor fascinante. Sus ideas sobre la historia, sobre el pasado, sobre la memoria, son geniales. Es inagotable y cada lectura es una suerte de renovación. Para mí, es la referencia ineludible.
Si navegas por los perfiles de MAHN en las redes sociales, te das cuenta de que un fan acérrimo de Lost. Me muero si no te pregunto qué te pareció el último capítulo de la serie.
Soy muy fan del último capítulo, de hecho lo vi en Estados Unidos. Me pareció fascinante porque fue un capítulo que abrió en vez de cerrar. Hubiera sido imposible cerrar todo lo que se había quedado abierto a lo largo de la serie y además, sería como frustrante decir: todo esto se cierra aquí, se reduce a esto. Lo que hizo el final de Lost fue abrir una puerta, una puerta a una última verdad a la que no tienes acceso. En toda la serie habían puertas que se iban abriendo. Por ejemplo: la escotilla. Se abre la escotilla y no hay nada, sólo un señor. Todo igual hasta la última puerta: ¿qué hay en el fondo de la isla? Un tapón que se quita y se pone. Al final todos los misterios se van resolviendo y mientras se resuelven, piensas: ¡vaya gilipollez!, menos en la última puerta, que se abre para todos. Se dice que están todos muertos, pero en realidad no sabemos una mierda. Entran a una luz de la que no tenemos ni puta idea. Ellos sí lo van a saber. Lo que ocurre al final es que toda esa serie de personajes, tras vivir varios misterios que se han convertido en banalidad, van a llegar a uno que es la culminación y que para nosotros va a seguir siendo irresoluble. Lo que hay tras esa luz, tras esa puerta, no lo saben ni los guionistas, y a mí eso me parece muy interesante.
Cada vez que voy a la zona de los Centros Comerciales me fijo en las esculturas que gobiernan las rotondas. ¿Te gustan? ¿Quién toma la decisión de qué escultura se pone?
La decisión la toma el más tonto, siempre. Son muy feas. De hecho, hay varios libros, como el de Juan Antonio Ramírez, Escultecturas Margivagantes, que habla de los malas y lo feas que son las esculturas de las rotondas, que parece que son el último ismo de la historia del arte: el rotondismo, es decir, hacer esculturas feas. Yo soy partidario de no poner ninguna escultura en las rotondas. Primero, por que interrumpen el tráfico y luego, porque son caras y feas. En Murcia se salva la de los cubos, que es la única que sigue aguantando el tirón. El arte, visto de esa manera, como decoración, siempre me ha resultado problemático; la idea de que por tus cojones vas a imponer tu gusto a los demás, para que vean lo que tú has elegido, para siempre, me parece problemático. Hay todo un negocio detrás de eso, de amiguismo. No sólo en Murcia, que conste, sino en toda España. No encuentras una rotonda bonita.
Eres fan del Real Murcia, ¿cómo viviste la salvación in extremis del Real Murcia?
Para mí ha sido el ascenso más rápido de la historia de la humanidad. Descendimos en el partido anterior y ascendimos en el siguiente. No había mucha esperanza, pero la gente que saltó al campo no lo hizo porque se evitara el descenso, sino porque habíamos vuelto a subir a Segunda División después de haber descendido en el partido anterior. Me da pena porque, al final, parece que se ha redimido lo que en realidad ha sido un puto desastre. La temporada ha sido denunciable. Nos da alegría no bajar al pozo de 2ªB, pero parece que los que mandan en el club se han salvado y que al final se ha hecho todo bien. Es la parte mala de la lectura. Ha sido un desastre y hay que empezar de nuevo, como si se hubiera descendido.
Entrevista: David Cano Fotografías: Lola Salinas Lugar: Cafetería Zalacaín