Cristina Morano: «Hay unas voces perdidas que sí que podrían haber llegado muy lejos, y no se les ha hecho caso por política» (y parte II)
Y de pronto, la generación perdida murciana, entendida así por José Alcaraz. Me gustaría que dieras tu opinión retomando el discurso que diste cuando José Daniel Espejo ganó el Premio Antonio Oliver Belmás: generación Pop melancólica y reflexiva, Eloy Sánchez Rosillo, Asia…
Para mí, desde que empecé a moverme por este mundillo, en seguida conocí a Ángel Paniagua, a Soren Peñalver, el cual ha sido mi llave para abrir muchísimas puertas y llegar a muchísima gente; luego conocí a José Antonio Martínez Muñoz, uno de nuestros poetas más prolíficos, que ha publicado en Bartleby, Nausícaä y otros sitios, y también conocí a Eloy, a Aurora Saura, en definitiva, conocí a mucha gente. Yo veía que todos más o menos publicaban con cierta regularidad, pero tuve muy claro que los poetas que más me gustaban eran José Daniel, Diego, José Óscar y Marta Zafrilla, y luego Bea Miralles. Me sorprendió que ellos no fueran tan publicados o tan llamados para los actos, porque si venía alguien importante llamaban a Ángel Paniagua o a Antonio Durá, personas muy válidas, eso sí, pero yo veía a José Óscar y decía: «¿a este chico por qué no lo llaman para que haga la introducción de un Marzal?», no lo entendía.
También es verdad que ellos tres estaban muy dedicados a su carrera, son muy buenos chicos, mientras que yo me la pasé bebiendo y yendo de una cama a otra, de problema en problema, de droga en droga y de suicidio en suicidio. De hecho, no me acuerdo de nada de mi juventud, y así sucedió: estuve en el paro, no he tenido nunca un trabajo estable ni grandes notas, ¡pero es que eran los ochenta! Llevaba la cabeza rapada, no me dejaban pasar a los sitios y me echaban incluso del café del Arco. Vestía además con ropa grande porque hasta que a España no llegó Mango la ropa más pequeñita era la talla cuarenta, y yo usaba una treinta y dos. Pesaba treinta y ocho kilos, y llevaba los labios pintados de negro, un jersey negro de mi hermano y unos vaqueros de una de mis primas que me consiguió en Londres.
Estos tres, José Daniel, José Óscar, y Diego estaban estudiando y salían, pero no estaban hasta las cinco de la mañana ahí en los bares. Realmente ahora lo entiendo, hicieron muy bien porque ahora ellos tienen trabajo, José Daniel todavía no. Les envidio y creo que ahora sí que pueden mandar en la escena murciana. José Óscar está publicando los libros que deberían haber sido publicados hace tiempo porque son grandísimos libros, como Llegada a las islas y Vigilia del asesino, de hecho la vigilia me la he leído tres o cuatro veces, la he releído mucho.
Creo que no tanto una generación perdida porque ahora sí tienen oportunidad, pero en Murcia se les ha discriminado igual que por ejemplo la generación de la Movida con Javier Marín Ceballos, Ángel Montiel, Tommy Ceballos, Javier Orrico, López Precios, etc. Han sido una generación realmente perdida, porque creo que cuando llegó el PP al poder todo lo que olía socialista lo quitó de en medio. Creo que sí, que hay unas voces perdidas que sí que podrían haber llegado muy lejos, y no se les ha hecho caso por política, yo creo.
Aunque según tu teoría estos autores del setenta y cinco, por poner una fecha, están influidos por la melancolía de Rosillo.
Bueno, no influidos, pero es evidente que se lo han leído. Comparo por ejemplo a estos tres, Diego, Joseda y José Óscar, con otros escritores de Madrid y de Albacete, más pop, como Andrés García Cerdán, aunque también él lo haya leído. Mejor todavía: Agustín Fernández Mallo, sí, es un poeta muy actual y muy pop y sin un solo gramo de nostalgia, él te dice las cosas: esta chica hace esto, me dejó, etc. Es tremendo, muy bueno, y tiene la diferencia con estos escritores en que los murcianos tienen una mayor conciencia de ser un autor que se mira mientras escribe escribiendo, esto es, la paradoja del mirarse a sí mismo, esto Agustín ni lo huele. Y en segundo lugar el tono de que este momento caerá, muy visible en la Vigilia del asesino: el asesino va matando y sabe que la euforia del asesinato, la droga y la noche se van a ir, pero además en este libro el asesino se mira a sí mismo asesinando y eso es muy Eloy. Sus poemas no son de una tarde en la que ve llover y escribe un poema, sino que son Eloy mirando a un autor que mira la tarde y mira entonces un poema. La autorreflexión, que es muy Gaya, pues cuando hace una versión de Velázquez no pinta Las meninas, sino que pinta la estantería con una copa de agua en donde hay una postal de una edición determinada de un museo determinado donde se ve una obra de Velázquez. ¡Es que cuidado!, la autorreferencialidad de Murcia todavía no está estudiada. Es como muy Cortázar, como si alguien da la vuelta al mundo y se ve a sí mismo escribiendo, pintando o escribiendo la Vigilia del asesino, y eso sólo lo veo en los autores murcianos, aquí yo veo una complejidad que no veo en otros sitios. Para mí es muy importante, los mejores de los mejores autores yo creo que están aquí.
Por eso co-fundaste Hache, para promocionar y dar visibilidad a los autores dentro de ese “club de la lucha”. ¿Cuáles eran los objetivos de la revista? ¿Se consiguieron, al menos, en parte? Y, más importante, ¿qué experiencia queda de todo aquello?
Mi objetivo era doble: como autora publicar a la gente que me gustaba en una revista nacional de una cierta importancia, y ponerla en contacto con gente que ya estaba consagrada. Era una especie de Ágora pública donde yo quería mezclar gente que consideraba al mismo nivel: Elena Medel, que acababa de publicar su primer libro, al mismo nivel que Carlos Marzal, Felipe Reyes, o José Óscar al mismo nivel que Javier Moreno, Vicente Gallego, o más, Ben Clark. Yo quería publicarlos a todo a ese nivel, sin ninguna diferencia. Sobre todo, Héctor y yo lo teníamos muy claro, habíamos hecho muchas revistas y conocíamos la historia de la edición en España: sabíamos que la edición de textos en España se había perdido completamente con la posguerra, que acabó con muchos aspectos de la cultura.
El libro salió muy perjudicado, cuando en toda Europa se investigaban las revistas, las tintas, la composición, se diseñaban nuevas tipografías, y nuevas puestas en página. En los años treinta los rusos habían inventado un papel y una tinta roja nueva, pero se ha perdido, ya que hemos vuelto a las letras Time, a la Garamond, a las composiciones decimonónicas, y yo eso no puedo entenderlo. La revista Hache fue un intento de decir: «No, mire usted: ahora se hace esto, tenemos estos esquemas y es papel sin cloro». No hace falta seguir usando recursos estilísticos propios del Rey Sol, me parece absolutamente increíble que haya gente que siga utilizando esos recursos, muchos niños anti-sistema usan la Garamond. Lo que quería era una revista a la altura de los tiempos y de las estéticas actuales. Además, no era una revista compleja, estaba desnuda: tenía tan solo el poema en el centro, y una tipografía desnuda que ayudaba a la lectura, la Officina Sans, creo.
¿Y piensas que llegasteis a conseguir vuestros objetivos, o al menos, a proporcionar cierta visibilidad?
Visibilidad sí, reunir y dar a conocer también, creación de grupo literario sí, dar cabida y dar curriculum a escritores que estaban empezando igual, pero en la cuestión estética, creo que no. La gente, a pesar de que vivimos en la era audiovisual, es muy analfabeta con respecto a la imagen. De hecho, siguen saliendo revistas con un aspecto decimonónico. Otras no, son más bonitas y ya hay muchos editores que optan por el papel sin cloro, lo cual es un logro, pero la gran mayoría sigue haciendo cosas terribles.
Por desgracia, la revista Hache se subvencionaba con una ayuda del Museo de la Ciudad, y en el año 2008-2009, cuando la Región de Murcia dejó de pagar a sus proveedores porque entró en quiebra, a los museos les rebajaron el presupuesto a menos de la cuarta parte, incluso el ayuntamiento se quedó sin recursos. Además, la crisis se repercutió en mí, que tenía un trabajo bueno con dos mil cuatrocientos euros al mes, ya que de pronto mi empresa entró en algunas dificultades, dejó de pagar algunos meses y contrajo algunas deudas: realmente ahí acabó todo.
Hache, como El coloquio de los perros o Colectivo iletrados, que celebran este año sus aniversarios, partía desde el amor hacia la poesía, hacia la literatura en sí misma. Pero el contexto ha cambiado mucho, parece que el esfuerzo, el amor por sacar adelante la literatura se ha perdido; ahora esperamos muchas cosas a cambio, falta compromiso.
Hay grupos, está el Colectivo Iletrados, La Galla Ciencia, etc. El Colectivo Iletrados publica también prosa, más literatura en general. Sí que hay amor, pero lo que pasa es que la crisis está acabando con todo, con muchas ilusiones, y sobre todo con mucha gente que no podemos seguir dedicándonos a ello. Yo, por ejemplo, me dedico a buscar trabajo para comer, incluso hago cosas si me pagan la cena. Pero bueno, sí hay inquietud, siempre he visto grupos y gente haciendo cosas.
El Colectivo Iletrados es uno de esos que no han aprendido nada del diseño, siguen haciendo esas cosas desde el principio, buscan un ilustrador (normalmente sus ilustraciones son muy buenas), pero el cuidado del texto desde luego no es lo suyo. La Galla Ciencia sí, lo cuidan un poco más, aunque sigue teniendo un aspecto un poco viejuno. Lo que pasa es que hay dificultades, recuerdo que Noelia y Joaquín estaban en Murcia cuando empezó La Galla Ciencia: todos acabábamos haciendo piña y haciendo proyectos, pero ahora viven en un pueblo, Joaquín tuvo que dejar su trabajo y se fueron. Y claro, los proyectos en común no son lo mismo por teléfono que en persona. De hecho, han tenido que cancelar muchísimas cosas que querían hacer: fiestas, etc. Cuando trajeron a Roger Wolfe querían que hubiera una cena y puesta en común, pero no lo pudieron hacer por la crisis, eso fue una frustración.
Y así mucha gente y muchas cosas. Pero sí veo ganas de hacer cosas, mira a Araceli y a Bea. La generación de Bea Miralles y compañía tiene un lenguaje que a mí me gusta mucho. Estaba esperando que Murcia, por fin, se olvidara de la métrica y de la tradición, y que por fin saliera gente así, gente como Bea y Manuel Pujante, que son más abstractos, surrealistas y libres, y eso a mí me gusta mucho.
Algunas veces no está claro. Hablamos de poesía, pero se obvian muchos aspectos del asunto. ¿De qué hablamos cuando hablamos de poesía: de literatura o de gestión cultural?
Creo que estamos hablando de gestión cultural, lo cual es lamentable, forma parte del fraude. Hasta ahora hemos hablado bastante de gestión. A mí me gusta sobre todo hablar de literatura, aunque la gestión es importante, la poesía hay que transmitírsela a otros. Creo que la gestión cultural debe hacerla el Ministerio o la Consejería. Como contribuyente, quiero que parte de mi dinero se dedique a la cultura en todas sus versiones: danza, coros, fiestas, conservación del patrimonio, ayudas a los jóvenes creadores, etc. La gestión cultural debería ser prioritaria, hay muchas ayudas si tienes un hijo, pero ninguna si estás escribiendo un libro: es como si el Estado nos quisiera animales, si te comportas como un animal, comes, duermes y tienes hijos, el Estado te ayuda, te da dinero enseguida, pero si estás creando algo o estás pensando el Estado no te ayuda, o al menos tienes que presentarle un montón de facturas y memorias, y eso es una injusticia. Ahora, entre nosotros, deberíamos hablar de la poesía, de la literatura, más que de la gestión.
Claro, hablamos de los proyectos, de los recitales, pero luego los autores pasan desapercibidos en sus rasgos más propiamente estilísticos. Lo que has dicho de Rosillo y José Óscar, por ejemplo, es muy interesante.
Sí se habla, pero hablamos entre nosotros cuando estamos de copas. Realmente lo interesante es que hablemos del estilo de cada uno en entrevistas y este tipo de cosas. Creo que los escritores de Murcia tienen una grandísima personalidad y una grandísima calidad. He estado en Toledo y en Madrid en recitales con poetas de todas las edades y cada vez me reafirmo más en mi crítica y en mis ideas. En Murcia se está haciendo una grandísima literatura que tiene muy pocas puertas abiertas, puesto que en Madrid se está haciendo una poesía muy actual, muy urgente, con una gran resonancia social. Pero Murcia no tiene ningún tipo de resonancia, ni cultural, ni social, ni literaria, y sin embargo tiene una literatura mucho mayor que la que se hace en Madrid o en el Norte.
De hecho, aquí ha venido Carmen Juan, de Alicante, y estaba flipada cuando nos vio. Aunque yo también me he quedado flipada con ella porque tiene un estilo totalmente fuera de métrica y fuera de las normas, siguiendo la tradición de los poetas rebeldes franceses. Su poesía es rebelde y me recuerda mucho a esos personajes de las películas norteamericanas que van vestidas de negro de abajo a arriba, tipo ghost girl; sí, las góticas, ese tipo de niñas que acaban matando a su familia o algo así, tiene una poesía salvaje.
Creo que ahora mismo hay dos tendencias muy bien marcadas: una es la que está marcada por La Bella Varsovia, con gente joven muy rebelde y muy surrealista, de imágenes muy potentes y de un lenguaje de gran fuerza visual, muy poderoso, que muchas veces se queda en la pirotecnia, pero que es tan grande que te fascina, conlleva una gran libertad; y luego está la tendencia madrileña con Ana Pérez Cañamares, Inma Luna, las voces del Extremo, Antonio Orihuela, Trashumante, etc. Toda esta gente que hace la nueva poesía social y que está conformando una corriente muy poderosa que asiste a recitales, hace una gran vida poética y se asisten los unos a los otros, se auto-publican y co-publican. Están dando voz a la crisis social, y bueno, Bartleby los publicó a casi todos en el libro En legítima defensa.
Abarquemos ahora, como haciendo que vamos terminando, aspectos más personales. Tienes la oportunidad de contestar a la pregunta del millón: ¿por qué hacer poesía? ¿De qué nos sirve hoy en día?
Pues mira, en el caso de los poetas sociales, para denunciar todo lo que está pasando, pero no sólo lo denuncia el poeta, sino también el periodista y el intelectual. En el caso de mi poesía y la de otros sirve para el consuelo, si alguien se consuela, llora conmigo, me doy por servida. Otro tipo de poesía también, para el análisis, la poesía de Bea Miralles, que es casi analítica, me hace mucho pensar, me quedo dándole vueltas porque como no dice nada, lo dice todo a medias, tengo que darle vueltas y analizar el resto. O sea, para casi todo. Yo escribo porque siempre me ha gustado leer y escribir. Es algo que he hecho siempre desde pequeñita, y como muchas veces estaba enferma, cuando se me terminaban los libros, porque mis padres eran muy pobres, me los escribía yo porque me aburría.
Dijiste que ya tienes unas rutinas, «son hábitos interiorizados. Por ejemplo, el hecho de ser insolente y contestar mal. Hay veces que me gustaría ser una persona muy dulce, centrada y no tener problemas de convivencia». Para ti la naturalidad/sinceridad está por encima de todo.
No, no, en absoluto, y además mi insolencia la vivo como un defecto, soy consciente de que hago daño y no me gusta. Lo tengo muy claro. Que se me escapa, sí. Pero yo no valoro la sinceridad para nada, lo que quiero es ser feliz, que la gente me quiera y hacer feliz a los demás. ¡En este mundo estamos dos días! En todo caso seré sincera en el poema. A la gente hay que darle cancha igual que ellos te la dan a ti. Eso era antes cuando era joven, veía a un vecino y decía «¡mira qué gilipollas! Medio calvo y feo», y veía a mis padres y decía «¡vaya par de gilipollas!». Pero luego te haces viejo, te miras al espejo por las mañanas y dices «qué coño hago yo aquí en Murcia, en el culo del mundo, ¿por qué no tengo valor para largarme?» Y luego lo pienso y digo «y si me voy ¿qué? ¿Voy a conseguir algo? Vamos a seguir siendo igual de gilipollas».
Quizá tenga que ver, o no, con una de tus facetas: el diseño gráfico. Hay que dejar las cosas muy definidas porque el cliente siempre saca algún fallo. De hecho, el propio Juan de Dios García reconocía que la parte gráfica de El coloquio de los perros era difícil porque siempre venía alguien con alguna sugerencia.
Sí, es verdad, y mira que él lo cuida muchísimo, El coloquio de los perros es una página web muy cuidada, muy sencilla de usar, muy rápida de cargar y muy bien hecha. Juan de Dios todos los artículos, por largos que sean, los ilustra perfectamente, de manera que nunca es pesado de leer en una pantalla, él lo hace muy bien. La verdad es que el diseño gráfico para mí es el arte de editar y hacer libros, es lo que a mí me gusta, tanto como la publicidad. Es un trabajo que da mucho follón y el cliente siempre va a tener la última palabra y van a haber quejas: «este título más grande, tal, etc.».
Cuando estaba en Hache, llevábamos muy a rajatabla la edición de los textos, y si algún autor quería que no le pusiéramos mayúsculas, o que no le pusiéramos punto y aparte o signos de puntuación, nosotros siempre le llamábamos, lo consensuábamos y le enseñábamos cómo quedaría su texto ortográficamente correcto y cómo quedaría su texto, como él quería. Siempre negociábamos para que la revista Hache llevara un estilo muy determinado, siempre lo hablábamos con los autores. Es muy curioso porque el poema y su intensidad cambian mucho si el verso comienza en mayúscula o no, por ejemplo. Forma parte del diseño gráfico el poner el texto lo más claro y unificado posible en relación a los otros.
De hecho, hace poco comentabas que tuviste un problema en una edición de texto de un libro de la editorial Amargord.
Sí, fue un problema muy grave porque había un libro de un autor que escribe en varios idiomas, pero no sólo eso, sino que mezcla el mismo poema en varios idiomas, y en otros los pone en paralelo, etc., Entonces los poemas que eran traducciones yo los puse en paralelo, como se suele hacer normalmente. Y eso no le gustó porque me dijo que escribía y traducía a la vez, quería que sus poemas formaran un continuo. Entonces, lamentablemente, no lo entendí y cuando fue el libro a la imprenta no lo pude solucionar y el poeta se quejó con toda la razón. Por intentar hacer las cosas bien, fue mal, porque la intención del poeta era otra.
Pero esta entrevista no estaría completa si no te preguntara por tu relación con los animales, has comentado muchas veces tu amor por los gatos, y hay varios poemas en los que los mencionas, como Dibujo del mundo. Pero el tema, lejos de ser algo apartado, es muy actual: la antología Animales entre animales (2014), dirigida por Katy Parra, la discusión de las consecuencias del sacrificio de Excalibur…
Es una cuestión que a mí me provoca muchísimo, y creo que con razón porque es algo inútil. El sufrimiento animal no sirve para nada, no ganas ni pierdes nada. El otro día, leyendo diversos autores, entre ellos el famoso artículo de Juan Soto Ivars, lleva razón porque no hay ninguna razón filosófica ni ontológica que nos obligue a tratar bien a un animal, no es ni sujeto ni objeto de derecho puesto que no tiene consciencia de sí. Creo que lo que nos implica tanto a los que amamos a los animales es la superficialidad de su sufrimiento, su inutilidad y desproporción entre lo que se podría hacer y lo que se hace. Lo más indignante, por ejemplo, del ahorcamiento de galgos en Castilla La-Mancha, no es que ontológicamente el galgo tenga derecho a la vida, sino que es tan fácil soltarlos en el monte… Si te molesta un perro en Castilla La-Mancha hay muchos montes y muchos cotos. ¿Por qué lo ahorcas? ¡La diferencia es tan abismal!
Lo único que habría que haber hecho, como muy bien han demostrado las autoridades norteamericanas sanitarias, era dejarlo dentro de la casa y ya está. No había que hacer nada, no había que llevarle agua ni comida, ya se la había dejado su ama. Y no había que trasladarlo a ningún sitio, ya estaba la casa cerrada y precintada. No había que hacer nada, nada en absoluto. ¡Nada! Y entonces se gasta el dinero en cogerlo y matarlo, ¿por qué? Es que es eso, es atroz. En las granjas y los mataderos, lo he visto en los programas de animales, a un caballo le sacan una muela sin anestesia, o una ovejita que tiene un mal parto le meten un valium, que no es analgésico, para que se estuviera quieta, y hacerle una cesárea a lo vivo.
Quizá es en los animales donde mejor se muestra la barbarie del ser humano, esas ganas de provocar sufrimiento sin sentido.
Sí, completamente. No hay ninguna razón. No se gana nada. Y tampoco se pierde nada. ¿Qué más te da meterle a tu caballo una dosis de ketamina? No tiene ningún efecto secundario, salvo que se despiertan de mal humor. Qué sentido tiene meter a un cerdo cuando pare en una jaula de contención para que ya no se pueda mover, que antiguamente los cerdos cuando daban de mamar se movían y corrían nerviosos con el riesgo de matar algunas crías por aplastamiento sí, ¡y qué! Si en un parto vas a tener trece lechones. Luego muchas instituciones piden que se reduzca el consumo de carne, ¿pero qué coño estamos haciendo entonces? Tras la posguerra lo prioritario era la producción de carne porque estábamos todos famélicos, pero es que eso ya no es, ya no pasa.
Y, pese a todo, la ruta del nómada prosigue. Se construye día a día esperando, como acaba de decir José Óscar López, en La llegada a las islas (2014). Eso sí, esta vez es diferente: «por fin soy escritora», dijiste al ganar el I Premio de Relatos Cortos de Revista Magma.
Me siento mucho más realizada ahora que no sólo he publicado poesía sino un artículo en la revista YoDona y un relato. Ahora sí me siento escritora, para mí hay que escribir todos los géneros, no quiero ser sólo poeta, una iluminada que escribe versos tontamente. Quiero ser una escritora profesional con todos sus defectos, taras y bienaventuranzas. Siento que he cumplido un sueño. Espero escribir narrativa, me encanta hablar, contar cosas y construir mundos, complejos o sencillos. Y esto es algo que la poesía no me permite porque es más una creación de análisis, sensaciones, chispas…
Entrevista: Héctor Tarancón
Fotografía: Elena Merino
Lugar: Casa de Cristina Morano
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