Daniel Albaladejo: “Que un capítulo de una serie venda 200 entradas de teatro me parece maravilloso, siempre que luego no les defraudes”
Se pasea por el Teatro Circo preguntado por la venta de entradas de Otelo. Le gustaría salir al escenario y verlo lleno. Y lo que entonces aún no sabe es que será así y que, aún más, lo pondrá en pie. Han sido muchos años sin actuar en Murcia y las ganas le pueden. Saluda a cada uno que se cruza por el teatro y hacemos la entrevista en el que él llama “el bar de mi época de estudiante”. A Daniel Albaladejo la mayoría le reconoce si se pone el traje del guardia de seguridad de Camera Café o la corona del rey Alfonso V de Portugal de Isabel, pero pocos saben que trabajó ocho años con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Hablamos con él de televisión, de fama, pero sobre todo de su reencuentro con el teatro.
Antes de Arte Dramático empezaste a estudiar Biología, ¿de dónde venía ese interés?
Siempre me ha interesado. Fue una opción que se me pasó por la cabeza cuando terminé el instituto. No saqué mala nota y podía haber estudiado otra cosa, pero elegí Biología y no llegué, me quedé repitiendo primero y me largué. Me tiré un año sabático en casa de mi amigo Pepe Ferreño, que es biólogo, rodeado de biólogos, de químicos y de veterinarios. Y durante ese año me empecé a juntar con gente de este mundo y me empapé más de aquello y no sé por qué me encontré con libros de teatro en la mano, y dije: «aquí pasa algo raro». Empecé en la Escuela de Arte Dramático después, mientras estaba haciendo teatro, y ahí acabe de enamorarme de la profesión.
¿Qué te dijeron en casa de ese cambio?
No fue nada agradable, porque no lo entendían. Mi padre quería que hiciera Derecho y encima hice Biología, y lo dejo y hago Arte Dramático. Al fin y al cabo es tu familia y quieren lo mejor para su hijo, así que te toca demostrar que puedes hacer las cosas, por esa cosa del orgullo, pero está saliendo. Te van viendo hacer teatro, donde lo haces… y cuando te ven en dos series y les para la vecina por la calle, tu madre dice “¡anda, mi hijo…!”
¿Cómo llevas la fama
No creo en ello. Es un añadido y si te pasa y alguien te para hay que ser muy amable porque hay gente que se toma la molestia de acercarse y decirte si le gusta o no le gusta tu curro, y te echas una foto con ellos y es un recuerdo, para ellos y para ti, porque has conocido a alguien que nunca ibas a conocer siendo biólogo. Mi camino en este oficio tiene que ver con una búsqueda en la interpretación, de una forma de arte, de una forma de expresión. La fama no me interesa, los premios, si tocan bienvenidos sean, pero creo que eso lo decide alguien que nunca sabemos quién es, creo que tiene que ver con el trabajo y como te dejes la vida en él. El cartel de Otelo se hizo en Almagro hace dos años, nadie sabía que iba a hacer la serie y ahora la gente dice: “este tipo es de Isabel”. Me encanta que la gente pague porque te ha visto en la televisión, pero luego hay que gustarle y que quieran volver. Y cuando llegas a tu casa y tu madre te dice: “voy andando por la Gran Vía y le digo a tu padre, ‘mira a tu hijo’” es muy guay. Hace unos años pensé en no hacer teatro pero al pensarlo bien dije: “como deje de hacer teatro me muero”. Ahora el espectro es más grande, quieres afinar mejor y encontrar el alma humana de una manera menos artificial. Maduras como actor y te vuelves a enamorar del teatro, porque yo creo que el este evoluciona porque los actores hemos aceptado que hay que evolucionar. En los últimos años no para de haber grandes espectáculos con gente que no se conocía, como Miguel del Arco, Eduardo Vasco o Laila Ripoll.
¿Cómo ves el movimiento teatral en Murcia?
Trato de no perderme lo que pasa aquí y estar informado. Me falta información porque vivo fuera desde el ’97 y empiezas a enterarte de gente que se ha ido o gente que continúa, como Alquibla o La Ruta. Creo que el Teatro Circo ocupa un gran lugar, se está hablando de que se va a crear un espacio para hacer microteatro, y luego el Teatro Romea, que yo siempre me he preguntado qué ha pasado, pero no lo hago en voz alta porque no vivo aquí… es de los espacios que más adoro. No sé muy bien si hay acceso de compañías murcianas, veo una programación que no termino de entender, no sé si es porque lo programa el Teatro Circo y ellos no van a programar como igual, pero ahora mismo, para mí, un emblema cultural es el Teatro Circo. Yo estaba sin venir a trabajar a Murcia desde el ’99, que vine al Romea con el Centro Dramático Nacional, y no había puesto los pies en Murcia hasta que fui a Molina de Segura, que creo que tiene un gran espacio cultural, con una programación muy coherente que ha ocupado un lugar muy importante cuando el Romea estaba cerrado. He trabajado con gente que me decía que a Murcia siempre se iba y cuando yo empecé a trabajar con ellos se dejó de ir, “a ver si vas a ser tú”, me decían. Yo no pisé Murcia hasta venir con Ay, Carmela, la gente me decía: “¿por qué no vas a Murcia?”, y yo: “porque nadie me llama”. He llegado a pensar si pasaba algo conmigo aquí. Cuando surge la oportunidad de hacer Carmela, una de las razones por las que acepté fue porque iba a trabajar en Murcia y me apetecía mucho.
Ahora que por fin has regresado, ¿estás contento con la acogida?
Siempre he estado contento con Murcia. Tengo grandes amigos y compañeros murcianos con los que he trabajado, con Ginés García Millán, Carlitos Santos, con el que espero coincidir, Pepa Aniorte, Juan Meseguer, Marta Nieto… gente que me encanta ver allí y aquí. El otro día fueron los 20 años de El infierno prometido, yo no estaba entonces, era un crío, me dijeron que fuera y me di cuenta que era parte de esa vejez, y es una alegría enorme. Igual que el éxito de los compañeros, Carlos ha estrenado serie y ojalá le vaya bien, o Pepa con Águila Roja… Dicen que «no hay serie sin murciano», eso significa que lo que sale de aquí gusta. En Murcia te sientes más guay, porque sabes que aquí la gente si le das un abrazo te lo devuelve. Los medios también se han volcado siempre conmigo, he tenido buena relación y nunca me he negado a contar nada. A veces con los -medios- de Murcia para los que no tienes nada nuevo, pero siempre quieren que les cuentes algo. Te sientes cuidado aunque estés fuera.
¿Qué se te pasa por la cabeza después de tantos años sin actuar aquí antes de salir al escenario?
Estoy deseando salir el viernes y ver el patio de butacas lleno, estás nervioso, llegas con Otelo a Murcia en una disposición laboral más privilegiada, la gente está deseando verlo, los chicos de la Escuela de Arte Dramático, la gente te enseña las entradas por la calle o por Twitter, eso te da mucha responsabilidad y mucha alegría, y estoy encantado.
Tantos años haciendo teatro y que la gente te reconozca por las series, ¿no frustra un poco?
Es muy tópico, pero la televisión entra en tu casa, te están viendo cinco años haciendo el guardia de seguridad de Camera Café, al año siguiente del chungo, chunguísimo, de Acusados, en Aquí no hay quien viva, y de rey portugués. Hay gente que es lo único que va a ver tuyo a no ser que te oigan en la radio o lean una entrevista donde se enteren de que haces teatro y quieran verte. Yo he sido el regalo de cumpleaños de una señora para ver La estrella de Sevilla porque la hizo en el instituto y mi trabajo, además, le gustaba a su marido. Te sientes muy bien cuando eres un regalo de cumpleaños. La gente te busca cuando quiere verte. Que un capítulo de una serie venda 200 entradas de teatro me parece maravilloso, siempre que luego no les defraudes. Tenemos la eterna discusión sobre la gente que hace teatro no puede hacer tele, Juan José Otegui dijo: “contrata gente de la tele para llenar los teatros y en papeles secundarios pon actores de verdad para que no se vayan”, y esa política se utilizó muchos años. Ojalá salieras por la calle y la gente dijera: “anda, Otelo”, pero te dicen: “el rey, o Benito”.
En tu currículum el teatro gana a la televisión ¿qué viste en Isabel para trabajar en ella?
Fue una apuesta muy personal por quien producía la serie, Diagonal, porque sé que son muy serios. Me ofrecieron tres apariciones en la primera temporada con la condición de que hiciera la segunda y acepté con los ojos cerrados, que es muy típico en mí. Imagínate cuando terminó y nos dicen que se congela la serie habiendo dicho que no a otras dos, porque me comprometí a no hacer nada más de televisión. Juan León, que es el director de casting, se la jugó conmigo a ojos cerrados. Yo no hice prueba en esta serie, porque hay feeling con la gente y ven algo y dicen: “esto lo hace Dani”. Decidí muchas cosas del personaje, hacia donde lo fui llevando. Para mí la gente de la primera temporada había dejado la serie a un nivel brutal y estaba preocupado porque el de la segunda fuera igual y yo hice caso de lo que me dijeron los que saben: “tienes que morir por tu personaje y dejarte la piel en cada palabra que dices”, y creo que lo entendí. Cada vez que tocaba una secuencia había que morir por ella y funcionó. La gente dice que me resuciten.
¿Cómo es hacer un personaje que sabes que va a morir y que te vas a quedar sin trabajo?
Sabes que es la historia y la gente se muere. Estas cosas sí se te quedan en la memoria emotiva y dentro de unos años creo que esta serie trascenderá, porque ha sido pionera, está dando trabajo a muchos actores y apuestan por gente de teatro y se muestra la evolución de estos. Hay muchas productoras de cine y teatrales que piensan que el actor de teatro es muy artificial y declama, y en esta serie se pone de manifiesto que arrasamos cuando nos dan una oportunidad en tele. Somos gente del siglo XXI, yo hago teatro del siglo XVI, pero nací en 1971, y mi forma de trabajar es de este siglo, si me ve un actor del siglo XVI me mata. Y de eso todavía no se enteran, eso sí es un gran crítica que le hago al mundo del audiovisual. La gente del teatro acepta actores y directores de cine y de la televisión, es la contienda de este siglo. Ahora te empiezas a encontrar con directores que disfrutan con el trabajo del actor y que ensayan, en Isabel se hace, es muy importante porque todo va más rápido. Por eso voy a llevar Isabel en el corazón, aunque no resucite.
Siempre que te entrevistan por Isabel te preguntan sobre la escena en la que el rey Alfonso V debe consumar el matrimonio con Juana, ¿fue, de verdad, la más difícil que rodaste?
Fue la más delicada, es curioso como en aquella época era natural, además, para que el matrimonio fuera consumado había que hacer una crónica y había que firmarlo o no valía para Roma, con lo cual hubo un cronista allí delante y sólo era válido si se quedaba embarazada. Yo creo que ocurrió y con más diferencia que con la que Carmen (Sánchez) y yo teníamos, él era un poco mayor y ella mucho más joven. Imagina lo que supuso en el momento y cuando te lo plantean a ti, aunque es más lo que no se contó que lo que se contó sin mostrar, que es normal, esto no es Los Tudor. A nivel de interpretación es difícil y no te quedas bien, es duro, pero cuando lo ves dices: “¡funcionó!”, funcionó lo que no se vio, en la cara de ella, en una reacción mía. Y eso es muy gratificante como actor, y muy difícil de grabar, de planos, de intensidad, que no quede sucio, que el otro se quede con dolor, que no sea solo lo sexual del momento. Esto lleva a Alfonso a lo que lo llevó, le comió por dentro, se obsesionó con Juana y perdió su trono a favor de su hijo y acabó medio loco encerrado en un monasterio. Hubo escenas complicadas de intensidad con mi hijo, porque tienes que llegar a unos niveles que te exige la serie, pero era también muy divertido. Hay escenas que se cortaron de batallas que eran brutales, fue duro porque eran rodajes larguísimos y durísimos y coincidió con Carmela, ensayos y representaciones.
Otra serie mítica en la que participaste fue en Camera Café, como Benito, el guardia de seguridad murciano, ¿qué recuerdos tienes de ella?
Cinco años de televisión, grabábamos todos los días, solo parábamos los festivos de Navidad y dos semanas en verano. Empezabas con 20 capítulos, luego 70… les decía a Arturo (Valls) y Carles (Chamarro): “vaya palizote lleváis”, y empezaron los guionistas: “darle más caña a este”; y el público: “quiero ver más a Benito”, y se empezó a repartir todo. Fueron cinco años de disfrute y de donde quedó una gran amistad entre todos.
Ahora estás de gira con Otelo, ¿qué hay de diferente en esta versión?
Partes de una premisa donde un tipo mata a lo que más ama y por eso tratamos de conseguir un Otelo muy lleno de amor. Es un tipo que tiene tanta energía que puede engullir todo el escenario, pero no quisimos ir a esa parte donde no ha pasado nada y Otelo ya está mosqueao. Quisimos humanizarlo, que le caiga bien a la gente, que cuando acabe, la gente diga: “es que no puede hacer otra cosa”. Llega a estados de epilepsia, le cambia el ritmo cardíaco, le dan ganas de vomitar, se queda sin aliento, y eso que es un general del ejército veneciano. Lo veo como el típico yerno que gusta a todas las madres, con una habilidad social espectacular aunque de elocuencia no anda muy sobrado. He intentado trabajar un Otelo más contenido y con un amor muy visible para que la gente no tenga duda de cuando hace esa transformación. Todos tratamos de llenar un cascarón y que no quedara la función hueca, a veces queda poco creíble y hemos querido afinar un poco más.
Casi todo el teatro que has hecho es clásico, ¿lo has querido así o te ha venido dado?
Quería hacerlo. Eduardo (Vasco) y yo siempre nos hemos preguntado si queríamos hacer algo, nunca da por hecho que quiero. Estos últimos años he dicho que sí y él me lo ha preguntado, así fue cuando lo nombraron director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y me vi allí 8 años. Cuando él terminó ya dije que no, porque creo que de los Nacionales hay que salir. Decidí hacer Otelo en lugar de una serie, creo que para hacer televisión me quedan muchos años pero no tantos para hacer Otelo.
Aprovechando tu estancia en Murcia has participado en una charla en la ESAD, ¿cómo ha sido el regreso?
Me he criado ahí y la gente que da clase han sido compañeros míos. Yo no tuve la oportunidad de ver gente de Murcia que estaba en Madrid entonces y que viniera a contarnos. Hay gente que sale de la Escuela y la borra, pero siempre he considerado que la Escuela es mi casa, donde me formé, con tus más y con tus menos, como todos. Pero son las raíces de uno, creo que tiene que ver con la edad, cuando te haces más abuelillo echas más de menos las raíces y no renegar de donde sales. Me costó Dios y ayuda sacar primer curso, porque estaba haciendo teatro, y me vine de la Expo para examinarme. Me dijeron que si estaba pirao, pero lo hice, y me empezó a ir bien. Y ha estado bien porque han venido casi todos los de primer curso y me preguntan. Que llegues y te acepten de esa manera, que se hayan suspendido clases porque se han metido a escucharte… es algo que yo hubiera hecho. Espero que muchos de los que estaban ahí sentados se sienten un día en el otro lado también. Hay gente que no le gusta, que te miran mal cuando dices que has estudiado aquí.
Con los actores que habéis salido de allí…
Yo digo que soy así porque soy de ahí -de la ESAD-. Luego si te ven y les molas…en este oficio el secreto es que no le vas a gustar a todo el mundo y cuando lo tienes claro empiezan las cosas a ir bien.
Entrevista: Mercedes Zambudio
Fotos: Fran Bécares
Lugar: Teatro Circo, Café Zalacaín
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