Juan Soto Ivars: “¿Crees que un editor va a encontrar tu talento entre 70 manuscritos? Es imposible»
Decía Mateo Alemán que “la juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu”. Y el ejemplo de ese espíritu es Juan Soto Ivars (1985), que es repugnantemente joven para todo lo que ha conseguido. Y lo digo con devoción, casi arrodillándome en la arena del patetismo. Juan ha hecho lo que ha querido, y es de envidiar. La juventud le guió la mano para mejorar una novela con “morcillas”, como las llama él. Le echaron de su trabajo, pero vieron su valía. De ahí nace La conjetura de Perelman. Columnista en El Confidencial y premio Ateneo Jóven de Novela por Ajedrez para un detective novato. Al principio, todo fue crecer. A partir de ahí, Juan Soto Ivars escribe como canta en karaokes. Desde ese mismo momento, nace un nuevo drama.
Eres de esas personas que va a tomar copas a los mismos bares que los Príncipes de Asturias…
Al revés, yo iba antes a ese bar que Felipe y Letizia. Es un bar de modernos, lleno de drogadictos, en el que en los baños hay cola, pero no para mear. Es un bar típico de los modernos de Madrid, de los caros, del Malasaña duro. De pronto, estábamos allí, estaba borrachísimo, y pasó un tipo que se parecía mucho al Príncipe y se lo dije a mi amigo. Luego vi a Letizia. Me sorprendió mucho, sobre todo, que toda la gente que había en el bar, que era súper republicana, de pronto tuvieran esa timidez infantil de cuando ves a los Reyes Magos.
¿Eres monárquico?
Yo soy monárquico como rebeldía contra los partidos políticos, no porque crea que Dios tiene que dar el poder a una familia. Prefiero al Rey que a Rajoy. Me gusta que haya un trono al que ningún trepa pueda llegar. Si viviéramos en una sociedad democrática, ni siquiera tendría que pensar si soy monárquico o no, no haría falta pensar en eso. Seríamos Noruega, que es una monarquía en la que la gente no se para a pensar si es mejor tener una República.
En 2007 te inicias con la antología Sobre tierra plana. ¿Cómo nace la idea?
Yo, desde siempre, he tenido una curiosidad grandísima por lo que escribe la gente de mi generación. Tengo esa enfermedad mental de la que están limpios la mayoría de los escritores, que no tienen ninguna curiosidad. Antes de publicar nada mío, publiqué dos antologías para ver lo que había, lo que se hacía. Parte de los escritores que aparecían en la antología, que eran desconocidos, ahora lo están petando. Había algo en esos relatos que merecía la pena. Y es una alegría de la hostia.
¿Cómo encuentras a esos desconocidos?
Eran casi todos de Madrid, conocidos, no amigos, porque con muchos no me llevaba bien, pero me gustaba lo que escribían. Y como había mucha gente que no conocía, hice un concurso. Pedí una subvención a la universidad Carlos III y monté un concurso de relatos en el que dábamos mil euros al que más me gustase. Me leí unos 800. Le eché mucho curro.
¿Cómo pasas de trabajar en una editorial a que esa misma editorial te publique?
Trabajaba en publicidad y ganaba dinero por hacer nada. En 2009, en un arrebato de suicidio, dejé ese trabajo tan bien pagado y me puse a escribir y a trabajar en el mundo editorial. Esto pasó en 2009, cuando la crisis ya estaba amenazando. Me costó muchísimo. Estuve dos años haciendo trabajillos de mierda y uno de ellos era corregir en Ediciones B, donde me llegaban unas novelas bastante malas que iban a ser publicadas, y yo tenía el prurito de los inéditos, que hace que te de mucha rabia que se publiquen cosas malas. Entonces, con ese espíritu un poco troll, en la corrección que hice de un manuscrito, intenté meter morcillas muy gordas. Por ejemplo, un policía que pasaba por allí, de repente tenía un plátano en la oreja. Me pillaron y me dijeron que como corrector no tenía futuro, pero que esa creatividad les interesaba. Así, hicimos esa novela de encargo, La conjetura de Perelman, con una sonrisa enorme. Yo pensaba que me iban a pegar un tiro.
Perelman nuestro, que estás en Siberia
El presidente que presentas en la novela parece un Vladimir Putin creado por Tarantino, ¿no?
Tuve, mientras promocionaba la novela, un Tumblr que se llama ‘El Putin King’, y ponía fotos de Putin. Creo que la sátira es muy poderosa. Uno puede escribir sobre Putin, Stalin o Hitler como sátrapa, o hacer El Gran Dictador. En el libro me quedé corto, tiene demasiado de thriller y, después de escribir Ajedrez, creo que hubiera funcionado mejor y estaría más satisfecho, si hubiera tenido el ritmo de la sátira.
Porque tanto La Conjetura como Ajedrez, son novelas bastante disparatadas…
Soy un tío bastante disparatado, entonces no puedo evitarlo. Sí puedo contar una historia muy seria, pero no me lo suele pedir el cuerpo. Ahora estoy escribiendo una novela seria, pero también tiene disparates, porque se desarrolla en el futuro. En La Conjetura quería hacer un thriller serio, del estilo de Stephen King, que diera miedo. En esa novela, el disparate me vino dentro de la estructura, y en Ajedrez, directamente empecé así.
Qué pedazo de personaje es Perelman. ¿Por qué lo elijes?
Estuve hablando de la temática con la editorial porque yo firmé el contrato sin tener nada. Poco antes de esa reunión había salido ese artículo tan bueno de El País sobre Perelman (que creo que todos leímos), y de aquel artículo me vino la idea de hacer una historia sobre lo que pasa alrededor de una persona así, porque, normalmente, a la gente tan brillante se la tiende a pensar sola. Y lo que ahora intentan explotar, sobre todo, las series norteamericanas como Los Soprano, es qué pasa con lo que hay alrededor, con la familia, con el vecino… Perelman, de pronto, era el personaje ideal.
Pasamos por Siberia. En esa novela plasmas la frustración del escritor primerizo, ¿era tu propia frustración?
Sí, pasa una cosa muy bonita con eso, y es que yo era un escritor primerizo, porque la escribí antes que La Conjetura, y el protagonista ya ha publicado una novela. Había algo de premonición. Fue una novela que me dio sorpresas. Yo estaba en un estado muy malo cuando la escribí. Fue un ejercicio de premonición.
Fue rechazada en muchas editoriales, ¿eso le dio más vida al leitmotiv de la novela?
Sí, porque seguí corrigiéndola. Al principio, tenía 300 páginas y acabó en 100. Fue un proceso de depuración con los rechazos. Me hizo mucha ilusión que en el Premio Tormentas, que se da a novelas publicadas, compitiera con dos editoriales que me habían rechazado. Es importante decirle a la gente que aún no ha publicado su primera novela que los rechazos no significan nada. Hay que ser autocrítico, yo he tirado tres novelas a la papelera antes de mandarlas a editoriales, pero hay que creer en lo que haces. Yo nunca dejé de creer en Siberia, sabía que iba a salir.
Estuviste tres años buscando editorial…
Así es. A esos editores les debo la corrección de Siberia, porque lo que hubiera publicado a la primera hubiera sido lo peor.
¿Y qué aconsejas a alguien que está buscando editorial para su primera novela?
Primero, hay que tener Facebook. Aunque no nos guste, tenemos que relacionarnos. Y para eso, Facebook es maravilloso, tú puedes agregar a escritores, editores y ya apareces en sus páginas de inicio. Las posibilidades aumentan. Luego, hay que esperar el momento, no puedes mandar lo primero que escribas. Hay que mandárselo a gente para que lo lea y te aconseje. No viene mal tener amigos, o vivir en Madrid o Barcelona. Yo publiqué la primera novela porque trabajaba para una editorial. Sería hipócrita decir que es el talento. Un editor recibe al día 70 manuscritos: ¿tú crees que entre tantos manuscritos van a descubrir tu talento? Es imposible. El truco está en ponerse en el lugar del editor.
El protagonista de Siberia, Jonás, es un auténtico pagafantas…
Yo, en esa época, era un pagafantas, y aprendí mucho de serlo.
Por el clímax que hay en Siberia, se podría decir que es una novela de huida.
La Conjetura también lo es, están huyendo casi toda la novela. La huida es un tema muy socorrido para una trama. Las road movie son películas de huida. La novela que estoy escribiendo desde hace cinco años no tiene nada de huida. El tema me interesa mucho como lector.
La partida del Ateneo
Llegamos a Ajedrez para un detective novato. ¿Por qué eliges la novela negra? ¿Por qué parodiarla?
Porque es muy parodiable, está llena de tópicos, como la política. Tú coges 50 novelas negras, no de los genios, sino de las que se venden a montón, y te mueres de risa. Leo mucha novela negra, soy un viciado, y me apetecía hacer una parodia. Además, vivimos en una España criminal, por lo que es un buen momento.
¿Por qué eliges el ajedrez como contexto?
Primero, lo escojo como título. Me parece muy bonito, tiene música. Luego lo incluyo en la novela porque es una lucha limpia. De hecho, sin desvelar el final, termina con una partida de ajedrez. Lo bueno del ajedrez es que nunca sabes por dónde te la van a clavar. Y a veces, cuando empiezas a saberlo, no puedes hacer nada para evitarlo. Venía muy bien para la trama.
Presentas una sociedad un poco psicótica, ¿crees que llegaremos a vivir en una España así?
No tenemos tanto sentido del humor. En esa sociedad las putas se han hecho dueñas de su barrio… Es que esa sociedad también tiene cosas buenas, si te das cuenta, no salen políticos. No se habla de lo macrosocial, sino de la calle.
Leí en una entrevista que te quejabas de que los catalanes siempre dijeran que hablaban mal de ellos fuera de Cataluña, y decías que tenían que ver cómo hablaban de los murcianos. ¿Tan mal nos ven?
A los murcianos nos ven fatal. Yo me quité el acento porque en Tánger, donde estudié el instituto, un profesor de Córdoba me dijo: “Soto, si te vas a ir a Madrid y ser escritor, quítate el acento”. Cuando me lo dijo me ofendí un poco, pero luego vi que tenía razón. Un andaluz puede tener su acento y no pasa nada. El murciano, fonéticamente, es feo, pero me gusta que no nos ofendamos por esto. En Twitter hay cada dos por tres trending topics de chistes de murcianos y yo veo a mis amigos de Murcia retuiteando esas cosas. Los catalanes están muy convencidos de que todo el mundo les odia y yo intento hacerles ver que no.
A pesar del acento, hay una buena terna de escritores en Murcia…
Es que nos hemos aburrido mucho en Murcia. Yo vivía en Alcantarilla, ¡lo que me he podido aburrir allí! Leí a alguien de La Hora Chanante en una entrevista diciendo que es natural que sean todos de sitios de mierda, porque lo único que te quedaba era inventar gilipolleces. En Alcantarilla no tenía amigos, no me gustaba la gente. Yo me quedaba en mi casa y dibujaba. Estoy casi seguro que a los escritores murcianos de ahora les ha pasado lo mismo.
Por tanto, el aburrimiento es bueno para la creación.
El aburrimiento es maravilloso. Si existe el infierno, y yo voy a ir seguro, tiene que ser lo peor que hayas vivido hasta el infinito. Y será el aburrimiento infantil. Recuerdo el aburrimiento de verano, de domingo, esa puta agonía… Esa puta agonía que hace que la imaginación empiece a funcionar, y ese entrenamiento de niño es muy valioso después.
Ahora vives en Barcelona, ¿qué tal por allí?
Cojonudo. Pensaba que no me iba a gustar vivir allí, ya había vivido allí. Yo amo Madrid, es una ciudad cosmopolita de verdad, porque nadie es de allí. Barcelona es todo lo contrario, se ha vuelto provinciana. Pese a eso, estoy muy bien.
¿Piensas volver y asentarte en tu tierra, en Águilas?
Las novelas las he escrito en Murcia. Me gusta mucho Águilas en invierno, se está muy bien. Para las columnas que escribo, es bueno estar en un sitio como Barcelona.
Como periodista, ¿cómo ves el estado de los medios de comunicación?
Estamos a punto de entrar en una gran época del periodismo en España. Han caído las tarifas que los medios grandes pagaban a los colaboradores, y han surgido nuevos medios que no pagan a los colaboradores. Ese modelo está agotado. El espíritu está cambiando. Están surgiendo medios con dinero detrás y esos medios, están naciendo gracias a los ERE’s que han expulsado al talento de los periódicos. 2014 va a ser un año muy bueno para el periodismo.
Antes hablabas de Facebook. Eres muy activo en la red, ¿crees que ha reemplazado a la vida de allá fuera?
Creo que se van a cargar Facebook. No gana suficiente dinero, tiene mucho valor, pero no tiene ingresos. Si Facebook deja de tener el encanto de que dices algo y todo el mundo lo comenta, dejaremos de usarlo. Pienso en Facebook como una prolongación de mi vida, no lo veo como algo ajeno. No me preocupa como utilicen mis datos.
Mi generación
Háblanos de Nuevo Drama.
Es el nombre que pusimos a una forma de escribir libros que se aleje de la frialdad posmoderna, sin que nosotros rechacemos esa literatura, porque es matar al padre. Ahora están sumándose muchos autores, porque se ha entendido que Nuevo Drama es solo una forma de describir lo que has escrito, no dar un puñetazo en la mesa y decir que las cosas tiene que ser así. También tiene el componente de la tragedia, de las cosas viscerales.
Quizás hay demasiado experimentación en la literatura posmoderna…
Estoy de acuerdo en que los posmodernos complican el lenguaje de una manera intencionada, para que sea para una élite discutible.
¿Cuántos libros lees en un buen mes?
Sobre unos 15.
¿Eres rata de biblioteca o compras libros?
No voy a las bibliotecas porque no me gustan. Me gusta que el libro sea mío. A mi me mandan muchos libros las editoriales, pero los libros de los amigos los compro, al igual que los clásicos. Tengo un dinero gastado en libros que ni me quiero imaginar.
¿Qué piensas de Amazon?
Me parece que es una forma de vender libros, y no puede ser malo. Me gustan las librerías, y mis amigos libreros están muy molestos con Amazon porque viene a romper los precios. Pero las posibilidades que tiene una librería, para hacer actos literarios, fiestas, no la tiene Amazon. Hay muchos escritores que no han tenido hueco en las editoriales, y están publicando por Amazon, y viven de ello, ganando más pasta que yo.
¿Y la autoedición?
Como último recurso… En esas páginas, de 100 novelas, hay una buena. No recomendaría una página de autoedición a un amigo que escriba bien, pero a uno que escriba mal sí.
Para terminar: ¿qué te parecería que dentro de unos años, “Andreíta, cómete el pollo” sustituyera a “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento” en el imaginario literario colectivo?
Pensaría que es un mundo sorprendente. Es imposible. En el artículo que escribí sobre el libro de Belén Esteban, yo pedía a la gente que no comprara el libro y no me hicieron ni puto caso. Se puso primera en la lista de ventas a lo Phelps, con distancia. Es normal, hay más espectadores de Sálvame que lectores.
Fotos: Fran Bécares
Lugar: Cafetería-Bar La Muralla, Murcia